El Día Internacional de Acción contra las Represas y en Defensa de los Ríos, el Agua y la Vida fue acordado en 1997, durante el primer Encuentro Internacional de Afectados por las Represas en Brasil.
Mientras crece la preocupación por la emergencia climática mundial, las represas hidroeléctricas son representadas por Estados y corporaciones como soluciones clave para la transición a la nueva “economía verde” y el “desarrollo limpio”… Sin embargo, ¿es tan así?
Las grandes intervenciones sobre territorios, capital-intensivas y público-privadas, como las mega represas, se realizan amparadas bajo el discurso dominante de la modernidad: el desarrollo, la eficiencia, el conocimiento experto y los intereses financieros; el examen y la participación democrática sobre la planificación, diseño, construcción e implementación de los esquemas mega-hidráulicos es siempre muy parcial, si es que existe.
El desinterés sobre lo viejo, el pasado, las diversas culturas y ecologías, y la diversidad en general son un elemento central del discurso de la modernidad. La vehemencia en la capacidad del “hombre” para diseñar y dominar el ambiente físico y social es un aspecto fundamental del discurso tecnocrático y homogeneizante del progreso y la modernidad, cuyo referente principal es el varón blanco, occidental, racional y de clase alta.
En este énfasis en la “modernización” de territorios enteros a través de mega-obras que cambian radicalmente las lógicas tradicionales de uso y construcción social del territorio, barriendo con los socioecosistemas pre-existentes, se encuentran con grandes resistencias comunitarias, que actúan a diferentes niveles y mediante la visibilización de diversos imaginarios, poniendo en juego conocimientos variados y existencias que se resisten a ser borradas en pos de un dudoso futuro “conveniente”.
No pocas de estas resistencias se encarnan en la unión de Mujeres en defensa de los ríos, comunidades indígenas, pobres y campesino-rurales y en el cuidado de la Naturaleza y las especies que dependen de las cuencas.
CONTROL SOBRE LA NATURALEZA Y LOS PUEBLOS, ADIÓS A LA BIODIVERSIDAD
Existen unas 60 mil represas en el mundo. En América Latina, el sudeste asiático y África se está acelerando su construcción, impulsadas por la nueva geopolítica donde China es un factor clave que invierte toneladas de dinero en mega-obras de infraestructura, adentrándose en territorios ricos en materias primas. Las construcciones de represas en las cuencas de los ríos altera gravemente ecosistemas sensibles, condenando a pueblos enteros al desarraigo, pérdida de identidad cultural, conocimientos y formas de vida.
En Antofagasta, Catamarca, el Estado provincial pretende desviar el Río Los Patos en favor de una empresa minera de litio. En respuesta, las asambleas, pueblos y organizaciones catamarqueñas se organizaron para impedir este avance sobre un recurso escasísimo del que dependen para su subsistencia. El río Atuel, compartido entre Mendoza y La Pampa, lleva una larga historia de disputa entre ambas provincias, que ni el ecocéntrico fallo de la Corte Suprema logró aún resolver con justicia y equidad, mientras entre las mismas provincias se gesta otro conflicto por la represa “Portezuelo del viento”. La lucha contra la construcción de las mega-represas sobre el Río Santa Cruz sigue adelante así como el casi eterno reclamo por el saneamiento del Riachuelo.
Especies de animales que dependen exclusivamente de los ríos son exterminadas en pos del “progreso”, el “crecimiento” y la “modernización”. El Pato de los Torrentes (amenazado), el Lobito de Río (en peligro de extinción) la rana marsupial tucumana y rana de montaña (ambas en peligro de extinción) el Huillín (amenazado), cuyas poblaciones de agua dulce se redujeron y están aisladas debido a la presencia de represas sobre el río Limay que actúan como barreras físicas, el Macá tobiano (críticamente amenazado) por la construcción de represas sobre el Río Santa Cruz, son sólo algunos representantes de estos animales que podrían desaparecer para siempre.
Río de la Plata, Buenos Aires.
Es hora de que nos reconozcan el derecho a decidir libre y democráticamente sobre nuestra casa común y nuestro pasado, presente y futuro y a que las diversas cosmovisiones y conocimientos sean tenidos en cuenta en igualdad de condiciones.