Florencia Yanniello es periodista especializada en temas ambientales y Doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata. Investigadora del CONICET, integra el Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS) y la asociación ecologista Piuke, entre otras movidas. Y, además, es una amiga. Flor vive desde pequeña en Bariloche, Río Negro, y yo, que estoy viviendo allí hace no tanto tiempo, ya tuve el honor de compartir con ella y con su familia varias actividades vinculadas al cuidado del territorio.
Hace unos cuantos días esta zona de la cordillera sudamericana sufre renovados incendios forestales, enormes y con consecuencias terribles para la flora y fauna local y para las comunidades que la habitamos. El fuego es un disturbio que sucede en el devenir de la vida en el planeta, pero que al mismo tiempo se ve influenciado por las acciones de los humanos. En el libro “Argentina en llamas. Voces urgentes para una ecología política del fuego”, coordinado por Marina Wertheimer y Soledad Fernández Bouzo, Flor escribió sobre los fuegos en la Patagonia, abordando desde distintas voces las múltiples aristas de este elemento como fenómeno “natural” y político. Les recomendamos fuertemente la lectura de ese capítulo (y de todo el libro) para meterse de lleno en la complejidad y lo acuciante de esta época que nos toca vivir, pero mientras tanto, compartimos esta charla que tuvimos con Flor para trazar aproximaciones a esta pregunta ¿de qué manera se vive un fuego, qué permite sentir y pensar?
– FT: La ecología tiene una definición técnica de lo que es un incendio, algo así como “un disturbio, una fuerza física que remueve biomasa (materia orgánica de origen vegetal o animal, en este caso ramas, hojas y troncos secos) del bosque y produce una liberación de luz y nutrientes para que se establezcan otros organismos, plantas, árboles” (Thomas Kitzberger), pero para vos que vivís desde chica en Bariloche y habrás pasado unos cuántos, ¿qué es un incendio? ¿Qué recuerdos, sea de tu propia experiencia o de relatos de otras personas cercanas, han quedado en la memoria?
– Flor Yanniello: Más allá de las definiciones técnicas de qué es un incendio, obviamente, la subjetividad de cada unx hace que se perciba desde lo emocional de una manera particular. En mi caso, los he vivido como catástrofes, como eventos con pérdidas muy feas. Tengo recuerdos desde muy pequeña de incendios en Bariloche y alrededores y la sensación era de mucho miedo de que se quemara mi casa y también sufrir por amigxs que perdieron sus casas en la Comarca. Tengo muy presente un incendio enorme en los noventa en el Cerro Catedral que se veía desde la ventana de mi casa de la infancia y relatos de amigxs que no sabían qué cosas agarrar al momento de salir autoevacuadxs. Es muy desesperante esa situación. Me acuerdo mucho de la sensación de irme a dormir muy asustada y con mucha tristeza también de saber que se estaba quemando el bosque. Siento que hay algo identitario, de conexión con la naturaleza, que a quienes nos criamos en esta zona nos atraviesa muy profundamente. Vivimos la quema de un bosque nativo con una sensibilidad particular, más allá de que podamos racionalmente entender que a veces son ciclos “naturales”. Por ejemplo, todavía no pude volver al Lago Steffen, siento que me va a doler mucho ver toda esa zona carbonizada después del último incendio.
– FT: Es cierto que los fuegos son ambiguos, matan bosque pero también regeneran, y producen cambios. Estos, por el cambio climático, podrían ser más marcados con distintas consecuencias. Sin embargo, creo que otra ambigüedad que los fuegos de estos años ponen en tensión es aquella de “venir a vivir a la naturaleza”, entendida como un lugar casi prístino y salvaje. Lo cierto es que las ciudades crecen descontroladamente -sobre todo desigualmente- sin planificación y mucho menos estrategias de cuidado y prevención colectivas. ¿Cómo ves este fenómeno en Bariloche, y qué relación tendría con los fuegos? ¿Cambió en los últimos años o es igual desde que esta ciudad se perfiló como centro turístico?
– Flor Yanniello: Creo que faltan campañas mucho más fuertes para que la gente que viene como turista entienda realmente lo que implica un fogón mal apagado o una colilla tirada al suelo. Siento que no alcanza lo que se hizo hasta ahora, es muy difícil transmitir a una persona que vive todo el año en una ciudad super-urbana, cómo tiene que manejarse en lugares como Bariloche y alrededores, en donde tenés la combinación de bosque y zona urbana. Y en relación con la gente que viene con el imaginario de vivir en la naturaleza prístina, creo que también falta información de lo qué implica vivir en un parque nacional y los riesgos a los que estamos expuestxs siempre, por ser una zona cordillerana y semirural. Hay mucha ingenuidad y negligencia, y realmente no se toma dimensión de que en estas regiones la naturaleza y el clima condicionan absolutamente todo. Creemos que podemos manejar muchas variables y la realidad es que no tenemos control sobre muchos fenómenos, más allá de que falta planificación y prevención. Creo que siempre fue más o menos de esa manera en Bariloche, pero como creció tanto y se vino tanta gente a vivir en la última década, se incrementó el fenómeno.
– FT: Otra ambigüedad que marcas en tu texto es la cuestión de “dejar a los ambientes naturales hacer su proceso” o “intervenir para remover material combustible”. En lo ideal sería una discusión entre esas dos variables, aunque podemos sumar la tercera, que es si existen los recursos para manejar el bosque -tanto de conocimiento como de personas- y a la vez, poder aceptar que cuando el fuego aparece, a veces no se puede hacer nada. Eso muchas veces nos enoja y ahí se mezcla la imposibilidad real de atacar un fuego fuera de control con la falta de recursos. Vos señalas algo importante que es “OK, ¿pero qué hacemos de acá en adelante?”… No sé si existe siquiera esa discusión, ni a nivel estatal ni comunitaria: cómo nos ordenamos, cómo actuamos colectivamente, qué decisiones tomamos entre quienes vivimos acá, quienes visitan, quienes trabajan pensando en el cuidado de lo humano y lo no humano… En términos temporales, la recuperación de un bosque la podemos trabajar pero no la vamos a ver en varias generaciones, y aún así es una apuesta a dejar un hábitat a las vidas que nos continuarán. ¿Cómo ves vos estas cuestiones?
– Flor Yanniello: Los debates sobre si dejar que se renueve el bosque o intervenir, me parecieron interesantes, valiosos y polémicos a la vez. Entiendo todos los fundamentos técnicos, pero hay una cuestión sociocultural que hace que no nos dé lo mismo a las personas que habitamos esta zona que se incendie un hermoso bosque nativo con toda su flora y su fauna, por más de que sea una causa natural y una “renovación”. Sin embargo, a pesar de que soy parte de movimientos sociales comunitarios en donde siempre promoví y milité la autogestión y la autoorganización, considero que es importante ser conscientes de que no podemos organizarnos para combatir los incendios desde lugares que no impliquen una formación técnica específica. La impotencia a veces nos lleva a lugares en donde se pone en riesgo la gente y de la experiencia de investigar sobre este tema, entendí que estar en un incendio es como estar en una guerra (dicho por lxs mismos combatientes) y que los bomberos que trabajan en incendios forestales tiene formaciones muy específicas. A veces parece que no se está haciendo nada y en realidad es porque las condiciones climáticas no lo permiten y significa desperdiciar recursos, por lo que se aguarda a momentos de oportunidad para atacar y frenar ciertos frentes. Al mismo tiempo, es importante reforzar nuestro compromiso con este lugar, con el bosque, con los animales y las generaciones que vienen, cuidando y trabajando más aún en la prevención.
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En medio de los fuegos hay vidas, humanas y no humanas. Pérdidas irreparables y renovación para que emerjan nuevos vínculos. El régimen de fuego es un disturbio que acontece desde siempre, aunque ahora se ha incentivado especialmente por el calentamiento global de origen antrópico, derivado, entre otros, del avance de las urbanizaciones no planificadas sobre áreas boscosas y la introducción a gran escala para la industria forestal de especies como pinos y eucaliptus, que prenden fácilmente. Tampoco falta el “descuido” del turista o residente que enciende un fogón o parrilla y termina ocasionando un desastre.
Luego tenemos las acusaciones infundadas y racistas sobre comunidades mapuche, omitiendo las tremendas desigualdades sociales, fácilmente visibles en la trama urbana de localidades como Bariloche. Si le sumamos el desfinanciamiento y precarización de las brigadas y organismos de manejo y combate de fuegos forestales, queda clara la desidia y desorientación total sobre las políticas de manejo territorial en el área.
En este intercambio con Flor quisimos dar cuenta de la miríada de sentimientos que nos atraviesan con relación a un fenómeno naturocultural, como bien diría Haraway, que no deja de estar siempre presente en nuestro devenir patagónico y que probablemente cobrará más protagonismo en el futuro. Esperamos que habitar con y entre fuegos también nos permita regenerar nuestras formas de sentir, pensar y hacer en estas tierras.