HASTA QUE LA ULTIMA JAULA ESTE VACÍA

Aparecieron imágenes y videos que confirman las peores sospechas: debajo de la fachada “Ecoparque” hay desidia y abandono. En estos días ya murieron una rinoceronte y la jirafa. Un repaso de esta historia para pensar alternativas.

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Otra vez el zoológico es noticia, y de las peores. Aparecieron imágenes y videos que confirman las peores sospechas, debajo de la fachada “Ecoparque” hay desidia y abandono. En estos días ya murieron una rinoceronte y la jirafa. ¿Estamos aún a tiempo de rescatar esas vidas y las nuestras también?

“Si la esclavitud comienza con el género humano, debe terminar con la simultánea
liberación de humanos y animales del yugo del fetichismo de la comodidad y el narcisismo.
La brutal confinación de los animales sirve en última instancia, para separar hombres y
mujeres de sus propias potencialidades y hacerlos víctimas de su propia barbaridad insidiosa.”
Grupo Surrealista de Chicago, El paraguas del oso hormiguero. Una contribución a la crítica de la ideología de los zoos

 

¿BUENOS ZOOS?

¿Puede haber buenos zoos? No. El zoológico es una institución colonial, que implica encerrar animales para ser ofrecidos a la mirada del humano. Algunas instituciones zoológicas aportan parte de las ganancias que obtienen por exhibir animales a proyectos de conservación, otras colaboran reproduciendo especies que presentan algún grado de amenaza en la naturaleza, es cierto, pero fundamentalmente ninguna

abandona su verdadera función: coleccionar y exhibir animales. Incluso en Norteamérica, un estudio de investigadores del Centro de Investigación en Conservación de la Sociedad Zoológica de Calgary 1 , analizó la contribución de los zoológicos y acuarios a la reintroducción de animales y concluyó: es muy pobre. De todas las publicaciones indagadas hasta el año 2014, los zoos aportaron animales para ser reintroducidos sólo en un 14% (40 especies). De la cantidad total de especies que fueron translocadas para ser liberadas, un 25% de esas especies provino de la cría en cautiverio. Los anfibios contribuyeron con el mayor porcentaje (42%), invertebrados terrestres (29%), mamíferos (19%), aves (17%), reptiles (15%) y peces (2%). El estudio concluyó, además, que la proporción de especies criadas en cautiverio para ser reintrorucida no varía desde los años 70. La participación de los zoológicos en la translocación para liberación de animales, fue reportada en un 13% del total de 1863 publicaciones que el estudio relevó.


De la misma manera en que no puede haber un buen capitalismo, simplemente 
porque el corazón mismo de ese sistema es la explotación del hombre por el hombre, no puede haber buenos zoológicos porque estos se sostienen y reproducen la lógica de dominación y explotación del animal por el hombre. Y si bien algunos zoos pueden contribuir con proyectos de conservación y reproducción de especies, acciones muy importantes ante la aguda crisis de biodiversidad que sufre el planeta, igualmente deberíamos reflexionar si aún así es justificable condenar a un animal (que ni siquiera será utilizado para fines de conservación) a sufrir una vida miserable de cautiverio para pagar por esos proyectos habiendo otras alternativas y otras causas de ese problema. “Buenos zoos” es una palabra mágica (Rivera Cusicanqui, 2018). Un centro de rehabilitación de fauna, o un proyecto de conservación y cría en cautiverio no son lo mismo que un zoológico y podrían – y deberían – existir sin la necesidad de solventarse a costa del martirio de ningún ser vivo. Más bien podrían responder al mandato ético que nos impulsa como seres humanos dignos a responder a un pedido de ayuda, aún sin lenguaje compartido, del animal – sea especie o individuo – que lo requiera.

QUIEN ENCERRÓ AL GATO

Para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires los animales no son una prioridad. Ni siquiera la gente lo es. No al menos aquellos de los que no puede sacar ganancia monetaria. Al estado porteño, el único animal que le importa es aquel del que pued sacar dinero. Por eso prefiere hacer “plazas para mascotas” antes de pensar y discutir, en conjunto con la sociedad, qué tipo de políticas públicas son necesarias para integrar a los animales a la ciudad. Así, miles de perros y gatos viven en el abandono, y si reciben cuidados es por la buena voluntad (y el bolsillo) de vecinos que se ocupan de esterilizarlos y conseguirles hogares. Los espacios verdes de la ciudad, que son hogar de múltiples criaturas silvestres, viven bajo la amenaza de la gentrificación y la privatización. Los animales son parte de la urbe también, pero no sólo perros, gatos y los animales salvajes del zoológico – confinados a una selva enrejada y rodeada de rascacielos palermitanos. La ciudad está llena de vida silvestre que continua pasando desapercibida para la gran mayoría, y para peor, al ser invisibilizada, tampoco resultan sujetos a tener en consideración ante cualquier actividad antrópica que pudiera afectarlos.
Y eso implica que sus vidas no importan a la hora de vender el terreno para hacer torres, armar el fulbito en la plaza o salir a pasear el perro.

Una ciudad a la medida de la especulación inmobiliaria y la tiranía del automóvil no contempla humanos de a pie ni animales. La ciudad se nutre del excedente de capital que generan los extractivismos (¿la soja principalmente?), dólares que se invierten en ladrillos y cemento, más autos que necesitan de mayor infraestructura, que pagamos todos, así como todos por igual sufrimos la contaminación del aire que producen. En esta ecuación, ¿qué lugar le queda al animal? Esta semana nos escandalizamos porque el zoológico – rebautizado Ecoparque hace ya 2 años – es un verdadero desastre. Y entre las acusaciones que van y vienen quizá vale plantearse: ¿por qué el Estado jamás propició un diálogo entre sus funcionarios (que nada saben y probablemente ni les interesa) con los movimientos que hace años reclamaban el “cierre” (más bien la reconversión y cierre paulatino, y que – habrá que recordarlo mil veces – presentaron un proyecto detrás de la exigencia) del zoo, las ONG ambientalistas, expertos, etc. antes de mandarse a hacer lo que se les cantó con ese lugar sin una guía que aportara algo de coherencia? Entre la presunción de un saber experto que se niega a dialogar con otras voces, a integrar otras miradas y aceptar otros modos de relacionarse con los animales, y también cierta flaqueza para indagar en cuestiones más técnicas, terminó ganando el larretismo más frívolo, de puro marketing. El mismo promotor del Ecoparque, Andy Freire (lo recordarán por promover el alquiler de sillones y bicicletas en desuso como proyecto emprendedor) huyó ante la debacle pero dejó plantada la idea. En el Ecoparque el gobierno ya aprovechó para concesionar medio predio, con animales adentro y todo. ¿podíamos esperar alguna otra cosa? Una lástima que se haya obturado la posibilidad de poner en juego diversos saberes en torno a la problemática animal, y el gobierno tiene mucha responsabilidad en ese logro porque jamás aceptó abrir el juego a esas voces, sentarse con los “que saben” y con los “que sienten”. Más negocio, que al fin parece ser lo único que importa.

LAS CIUDADES Y EL BUEN VIVIR

Tal vez vaya siendo hora de aceptar que podemos dejar atrás la idea de zoológico, dar una vida digna a los animales que queden en ellos hasta su último día y luego si, podremos pensar en esos predios como un lugar de educación, rehabilitación de fauna urbana (que hay mucha y necesita ayuda también), parques públicos para fomentar la biodiversidad urbana, sitios que recuperen la memoria de nuestra relación histórica con los animales de manera crítica y abierta a re-pensarla y re-construirla siempre.


El territorio argentino tiene casi 200 especies en estado de amenaza, cuya causa principal son las actividades humanas. Todas las áreas protegidas tienen serios problemas: caza furtiva, extracción de madera ilegal, contaminación por actividades extractivas, falta de personal y recursos, etc. A veces pareciera que se olvidan estos factores a la hora de hablar de conservación, que sólo importaran las especies (como si las especies fueran algo en sí y no una sumatoria de individuos). Sería más justo abandonar la idea del animal como un objeto para la ciencia o para la contemplación del hombre y empezar a considerarlos como otros que nos interpelan a un mandato ético de cuidado y respeto.

También integrar – además de las ciencias biológicas, las prácticas en conservación, la antropología, ciencias políticas y demases – ideas provenientes del ecofeminismo, desde donde se piensan y construyen relaciones horizontales y de cuidado de la naturaleza sin perder de vista las lógicas de opresión sobre los cuerpos, del derecho ambiental (Derechos de la Naturaleza), de conocimientos ancestrales (Buen vivir), filosóficas (Comunidad de lo viviente) para entender y rearmar la relación sociedad / naturaleza sobre otras bases y con otra perspectiva. El zoológico es un dispositivo colonial cuya ideología moderna reproduce y alimenta la relación de dominación Cultura/Naturaleza, y en ese sentido, vale la pena rescatar modos de pensar y de ser que establecen otros tipos de relaciones con la naturaleza y los animales y propiciar nuevos.

La buena noticia es que a pesar de todo, emergen las preguntas sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo (inclusiva de las diversidades, incluso del otro más radicalmente otro: el animal), con qué barreras nos encontramos para desandar ese camino, qué espacios se abren de ahora en más, cómo contribuir a generar conocimiento en común y abrir caminos para fortalecer vías de participación que integren otros saberes, e incluso, a los animales y la Naturaleza como sujetos de derechos.

 

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