El ecofeminismo es un movimiento global que vincula el ecologismo y el feminismo, denunciando la opresión hacia las mujeres y la explotación de la naturaleza y de los demás animales como parte de la misma lógica de dominación patriarcal.
Una de las líneas más influyentes dentro de las teorías Ecofeministas tiene raíces en el pensamiento libertario de principios del siglo pasado. Fue Françoise D’Eaubonne, hija de padre anarcosindicalista, quien acuñó el término en 1978 al publicar su libro Eco-féminisme. Esta mujer continuó la tradición libertaria, que ya desde los escritos de Kropotkin, supo interesarse por la observación de la Naturaleza y entender al humano como parte integrante de ella. A principios del Siglo XX, fue otra militante anarquista, Emma Goldman, quien militó a favor de los métodos anticonceptivos y de la libertad sexual, incluso proponiendo una “huelga de vientres” para privar al capitalismo de mano de obra barata y soldados para sus guerras.
Dentro de la tradición anglosajona del ecologismo de raíces libertarias vale mencionar el gran aporte de Murray Bookchin, fundador del Institut for Social Ecology, cuya tesis principal, expresada en el clásico libro “La Ecología de la libertad” es que “la dominación de la Naturaleza está fuertemente asociada a la dominación del hombre por el hombre”. Su compañera del instituto, Ynestra King, aportó la idea de la particular posición histórica de las mujeres dentro de esa forma de dominación.
Ya en el hemisferio sur es Vandana Shiva y su idea del “maldesarrollo” uno de los principales aportes a las teorías del Ecofeminismo. Shiva denunció la lógica reduccionista del hombre blanco que abrió el camino a la expansión global del complejo tecnocientífico y a la organización mercantil del mundo. El “maldesarrollo” sustituye los cultivos tradicionales y diversos por monocultivos destinados al mercado global, atados a tecnologías que subyugan a los campesinos, obligándolos a depender de semillas patentadas y productos tóxicos, endeudándose para poder obtenerlos y envenenado campos y cultivos.
En América Latina, las primeras interesadas en el pensamiento ecofeminista fueron teólogas y catequistas provenientes de la Teología de la Liberación. Ivonne Gebara, teóloga brasilera, define a la justicia social como “ecojusticia”. Según ella, la opción por los pobres desde una perspectiva ecofeminista introduce la preocupación por las mujeres, la naturaleza, el ecosistema y la Tierra, explayando así la consideración hacia otros sujetos y elementos.
El derecho a decidir sobre los propios cuerpos, el reconocimiento de las labores domésticas como productoras de valor económico, la sobreexplotación del planeta, la pérdida de especies silvestres y de saberes y culturas, el avance del extractivismo, la persecución de pueblos originarios y la preocupación por otras formas de vida como los animales y los ecosistemas, son hoy algunas de las motivaciones principales del Ecofeminismo.
LAS MUJERES QUE LUCHAN POR SUS TERRITORIOS
“Contra las nuevas colonizaciones de los territorios por empresas multinacionales que nos despojan de nuestros bienes comunes mediante el extractivismo favorecido por los gobiernos, tratando a la vida como una mercancía y degradando la Madre Tierra. Contra la intoxicación por agrotóxicos que nos envenena y nos mata: ¡paren de fumigarnos! Paramos por la defensa de las semillas y la diversidad de nuestros recursos naturales.” (documento que se leyó en el acto de cierre del Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans.)
En Latinoamérica, según la socióloga Maristella Svampa, las mujeres han tenido un rol protagónico en las luchas sociales y en los procesos de autoorganización colectivos, algo que se ha dado en llamar “proceso de feminización de la lucha”, proceso que en Argentina nos conduce en la historia hasta la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. En este país, durante el Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans. del pasado 8 de marzo, en Buenos Aires, se leyó un largo texto previamente consensuado en las asambleas de organización de mujeres, que se hizo eco de muchos de los reclamos que son bandera del Ecofeminismo local.
No faltaron los homenajes a Bety Cariño, de México, Berta Cáceres, de Honduras y Laura Leonor Vasquez Pineda, de Guatemala, cuyos asesinatos son considerados “femicidios territoriales”, o sea crímenes políticos cometidos por causa de conflictos con los “proyectos neoextractivistas de recolonización del continente.” En este sentido, el Ecofeminismo considera que las consecuencias de la degradación de la naturaleza inciden particularmente en mujeres y niños, no por causa de alguna característica esencial del ser mujer, sino que su mayor cercanía a la Naturaleza es producto de la división social del trabajo y de los roles sociales concretos establecidos en los sistemas históricos de género y clase. Por ejemplo, cuando las mujeres asumen en la repartición de tareas familiares y comunitarias la búsqueda de leña o agua, o el cuidado de los huertos, esas tareas se ven obstaculizadas gravemente cuando las comunidades quedan cercadas entre enclaves extractivistas y los bosques donde se obtenía esa leña o agua potable son destruídos y reemplazados por grandes extensiones de monocultivo.
PUEBLOS ORIGINARIOS: RECONOCIMIENTO Y APOYO
“Y porque nos reconocemos en las luchas indígenas, populares y afrodescendientes: remarcamos el protagonismo de las mujeres en las luchas comunitarias por la vida y los territorios y en particular de las mujeres mapuches que enfrentan la ofensiva empresarial y represiva del estado argentino” (documento que se leyó en el acto de cierre del Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans.)
En un contexto de persecución y aniquilamiento de comunidades originarias en toda América Latina, las luchas de resistencia de las mujeres feministas e indígenas proponen el Buen Vivir como paradigma y alternativa al modelo de desarrollo capitalista. Bajo este paradigma se construyen las organizaciones comunitarias, se idean las estrategias de resistencia, la solidaridad y las redes de apoyo. El ecofeminismo cuestiona la política estatal y judicial que criminalizan las diversas luchas por la autonomía y libre determinación de los Pueblos Indígenas, los asesinatos que se suceden con total impunidad y la negación sistemática sus derechos.
Según la referente mapuche Moira Millán, existen en Argentina una gran cantidad de mujeres indígenas explotadas, con trabajo en negro y en condiciones inhumanas. Estas mujeres son totalmente invisibilizadas por el Estado. En este sentido, la filósofa ecofeminista Alicia Puleo, puntualiza sobre el aprovechamiento del capitalismo del trabajo no rentado impuesto a las mujeres: “Es la economía valorada que se apoya sin reconocerlo en el trabajo invisible no remunerado de las mujeres. Su única meta es la obtención del máximo beneficio sin considerar las verdaderas necesidades de los cuerpos y las posibilidades del medio ambiente en que actúa. El ciclo vital humano y los límites ecológicos le son indiferentes. Por ello, la única posibilidad de detener su desarrollo destructivo es transformar sus bases incorporando el conocimiento y la experiencia de la inmensa mayoría de las mujeres.”
EXPANDIENDO LA CONSIDERACIÓN MORAL HACIA LOS (DEMÁS) ANIMALES
“Paramos en contra del especismo” se escuchó en la lectura del documento en el acto de cierre del Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans. El ecofeminismo de manera lenta pero sostenida se abre paso dentro de las demás batallas feministas.
El especismo es la discriminación de los demás animales por motivo de su especie. Funciona paralelamente a las otras formas de dominio, como las de género, raza, etc. En este sentido, según Maristella Svampa, el ecofeminismo posee una veta emancipatoria, que le permite cuestionar la visión dualista/cartesiana que establece relaciones jerárquicas de pares, donde el primer término adquiere un valor superior al segundo. Varón/Mujer, Sociedad/Naturaleza, Hombre/animal, serán dicotomías que servirán para imponer la degradación de todo lo que se asocia al cuerpo y a la Naturaleza, y por ende, se aleja del ideal hombre-humano.
Como indica la autora Carol Adams, “por mucho tiempo, lo humano era el varón blanco. La humanidad significaba “ni mujer ni animal”; y la mujer no era incluida en la humanidad porque ella era tanto mujer como animal.” En este sentido, en su obra “La política sexual de la carne” analiza cómo la mujer es “animalizada”, al mismo tiempo que los animales no humanos son despojados de su corporalidad y convertidos en meros pedazos de carne, indagando cómo funciona el hecho de que “aquellos a quienes nos comemos, están determinados por la política patriarcal de nuestra cultura, y que los significados ligados al consumo de carne incluyen significados sobre la virilidad.”
El ecofeminismo antiespeciesta entiende que la liberación de la mujer de la opresión patriarcal está atada a la liberación de los animales que sufren la misma violencia: “Porque nos violan, nos matan y deciden sobre nuestros cuerpos, soy feminista. Porque elijo no matar, ni violar, ni decido sobre otros cuerpos, también soy antiespecista.” (Airam, artista)
El Ecofeminismo es un movimiento interseccional, capaz de integrar una diversidad de luchas, fundamentalmente, las que se enmarcan en la construcción de otros vínculos, sin opresión y más solidarios y respetuosos con la Naturaleza y con los otros seres que pueblan este mundo. En este sentido, es un movimiento revolucionario. Para Alicia Puleo, hoy el vínculo entre feminismo y ecología pueden revitalizar el ideal emancipatorio ilustrado ya que sus ideas nos guían para superar el intelectualismo abstracto de la razón instrumental, y nos muestran un horizonte posible de práctica y pensamiento más allá del totalitarismo de la globalización neoliberal.
“Por un feminismo inclusivo, radical y de intersección que nos invite a todes a unirnos a la resistencia al racismo y la explotación capitalista.” (documento que se leyó en el acto de cierre del Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans.)