El 23 de enero comenzó el Intercuencas 2020 en suelo patagónico, reuniendo jóvenes de Chile y Argentina, junto a un equipo de Estados Unidos -convocados por la ONG Ríos to Rivers- que supieron sortear la suerte que dicta el clima implacable del sur. Con la certeza de estar en el camino correcto, Ríos to Rivers se propuso marcar un hito en la lucha por los ríos libres: desde los glaciares Perito Moreno y Huemul, atravesando 320 kilómetros por el río Santa Cruz en kayak, conociendo la estepa y el mar atlántico, 22 jóvenes, futuros guardianes, y 19 adultos activistas, se pronunciaron por un río Santa Cruz sin represas.
Como en la diversidad se halla la riqueza, en este intercambio confluyeron varios ríos e historias: Cuenca del Colorado en Estados Unidos; Baker, San Pedro, Maipo y Bío Bío de Chile; río Grande de Mendoza; Uruguay, Iguazú y Paraná desde Misiones, y Santa Cruz como anfitriona. Todos estas cuencas tienen a sus ríos amenazados por la construcción de represas o carreteras hídricas que buscan extraer energía para llevar a los grandes centros urbanos de consumo.
A todas éstas cuencas les toca la misma maldición. Sin generar desarrollo local, y a costa de contaminar el agua a partir del fenómeno de eutrofización que se produce en los embalses (en el río Santa Cruz se planifican dos embalses de 100 kilómetros cuadrados cada uno, lo que representa el 5% del territorio provincial), debido al escaso movimiento y renovación del agua. Eso provoca el aumento de la temperatura, muerte de organismos y descomposición de materia orgánica que luego resulta en la proliferación de bacterias anaeróbicas que emanan gases tóxicos al aire, desagradable olor y alteraciones del pH del agua. Y se añaden otros contundentes argumentos en el área social, económica y natural, que han demostrado países como Estados Unidos, ya con cien años de poner en marcha hidroeléctricas para luego demolerlas dada su inviabilidad a largo plazo. Son energía obsoleta en términos generales e injustificable en un territorio dominado por el viento como es la Patagonia.
Lara, Magalí y Francisco, tres jóvenes de Misiones que participaron del intercambio relataron que su provincia ya cuenta con 30 represas construidas y otras 30 proyectadas; poco y nada se dice desde las áreas estatales del potencial solar de la zona o la posibilidad de promover energía a partir de la biomasa. Tampoco se informa oficialmente sobre el incremento del daño de las represas que se instalan en zona tropical, como es el caso de Garabí-Panambí, la represa binacional que se proyecta en el río Uruguay, hoy emblema de la lucha en Misiones.
Carla y Misael fueron los representantes del río Grande del sur de Mendoza -que al igual que el río Santa Cruz, tiene de cuna a la Cordillera de los Andes-, el principal afluente del río Colorado que nace de agua de lluvia o del deshielo. Comentaron que hoy está en riesgo por el proyecto Portezuelo del Viento, que construiría una central principal y cuatro obras aledañas para lo cual deberán reubicar a las 400 personas que habitan el paraje Las Loicas (departamento de Malargüe), que después de construido el embalse quedará bajo agua. Además implica la fabricación de una línea de transmisión eléctrica en alta tensión y la relocalización de dos tramos de rutas.
Durante los 16 días de experiencia para éstos jóvenes el desafío podía ser caminar cinco horas hasta la cima del Cerro Cristal, reparar una senda en el Chaltén o navegar 60 kilómetros al campamento más cercano. La pizca fuerte de los momentos de tensión frente al imparable viento, entre una bocanada de aire y una palada en el agua, con la vista inmensa y los músculos doloridos, pero siempre con un pensamiento que da fuerza y anhela unión: ¡Ríos Libres! Como en una balanza, pasados los días pesa el cansancio del cuerpo pero también la plenitud del espíritu que te sostiene como un plato de comida calentito a orillas del fogón. Ya se notan las grietas en las manos, la piel reseca, se comienzan a extrañar sabores del hogar y un baño con inodoro, es que en la lejanía de la Patagonia no existen privilegios ni confort; a cambio, hay estrellas incontables, cascadas de agua cristalina y montañas nunca vencidas.
Así, con la fuerza del viento y el newen del río, un nuevo grupo humano se convirtió en guardianas y guardianes de los ríos. Protectores del Agua, que están dispuestos a transformar sus territorios en lugares donde prime el bien colectivo.
Sabemos de ahí, la necesidad imperante de crear un plan estratégico de energías no convencionales. Dar el volantazo y evitar que el fin se coma a los medios de la lucha popular, no basta con oponernos a las obras hidroeléctricas, a las centrales nucleares, el fracking o la megaminería; sin construir un nuevo escenario donde primen las energías renovables, la participación de las comunidades en las tomas de decisión, donde verdaderamente trascendamos de lo que no queremos en nuestros territorios a lo que soñamos como nuevo mundo.
Registro fotográfico: Felipe Zanotti