Este año se viene muy difícil para todes… y encima hay elecciones. En medio del revuelo, un “misterioso” candidato parece haber surgido de un hashtag o frase más o menos viralizada. La premisa dice algo como “Votá por la Naturaleza 2019”.
Más que una candidatura testimonial de las que nos tiene acostumbrados la democracia formal, averiguamos y resultó ser un slogan de la fundación CLT (Conservation Land Trust) y la fundación Flora y Fauna Argentina, que de alguna manera “postulaban” a la Naturaleza para los próximos comicios, con la promesa de una fuente de “desarrollo y empleo”. Interesante. Celebramos la intervención “política” de una institución conservacionista, pero quizás convenga revisar algunas ideas que vehiculizan esta campaña.
Con el foco en la creación de Parques Nacionales -uno de los ejes de trabajo fuertes de la CLT: adquirir tierras, restaurarlas ecológicamente y luego donarlas al estado, promoviendo especialmente el ecoturismo- y centrados en una visión de estos como “motores de desarrollo económico”, se postula entonces que, diferencias de otro tipo a un lado (¡lo que no es poco!: “Saltar la grieta” es uno de sus slogans), la clave para el futuro del país sería apostar a crear más áreas protegidas que generen divisas y empleo.
EL DESARROLLO COMO MODELO
Este argumento lo sostienen sobre los resultados de una encuesta (alojada en un sitio elocuentemente llamado “Producción de naturaleza”) que demuestra que la gran mayoría de la población apoyaría a un candidato que promueva la creación de Parques Nacionales. En el informe de resultados se aprecia también que un 78% de los encuestados considera también que las áreas protegidas son “Muy importantes” (¿respecto a qué otras prioridades de gestión? No sabemos), un 67% las considera “factores de desarrollo” para su provincia, y casi el 80% las entiende como aporte a la creación de puestos de trabajo. Los resultados son positivos, y a tal punto esperanzadores. Están muy bien presentados además, vale la pena visitar el sitio web.
Pongamos en perspectiva estas ideas de campaña. En primer lugar, aquí proteger el territorio equivale a insistir con el desarrollo económico, lo cual nos remite a un grave problema histórico para nuestra región latinoamericana. La necesidad de “desarrollarse” permea toda la historia de los países del inventado “Tercer Mundo”, como sugiere Arturo Escobar. En realidad, la idea misma de “desarrollo” no está para nada exenta de una gran variedad de significaciones, muchas veces contradictorias.
Puntualmente, aquí parecería que el desarrollo pasa por la generación de turismo. Obviemos por un segundo la cuestión de qué clase de turismo se trata, ya que acceder a un Parque Nacional no es para cualquier turista. La plataforma electoral de nuestra “Naturaleza 2019” sugiere que el éxito del turismo como generador de desarrollo se mide en el ingreso de dólares, y hasta se lo compara con actividades productivas como la extracción de petróleo o la plantación de soja… ¿no resulta paradojal medirlo con actividades precisamente de tipo extractivo? En efecto, también el turismo puede asumir rasgos de industria que explota bienes naturales, aunque tengan el paliativo de “sostenible”. Simplemente remitirnos a los impactos del turismo de gran escala sobre áreas naturales, de los cuales hay realmente poco estudio hecho y menos aún, planificación sobre la capacidad de carga. La presencia de gran cantidad de gente asusta animales e interfiere en sus comportamientos, degrada suelos, abre rutas y caminos que fragmentan espacios, y ni hablar de la contaminación por automóviles que circulan dentro de esas áreas o por los aviones que mueven a esos turistas.
Otro punto que se destaca es la idea del desarrollo de las comunidades humanas cercanas, lo cual a priori no es mala propuesta electoral. Sucede que siempre se la plantea como un “derivado” o colateral efecto de una supuesta buena gestión de la naturaleza. Así como la democracia formal del sistema nos tiene aletargados en ese “acto” cívico único de la votación, para “esperar” luego que el candidato elegido no decepcione y se limite a “administrar los recursos escasos de la nación” (es decir, la eterna trampa del problema de la institucionalidad y la corrupción como males endémicos, que conducen al desgano, la desmovilización y la a-política de mucha/os), aquí la buena y moralizante elección por Naturaleza 2019 nos traerá también la reconfortante sensación de ayudar, a la vez, a las pobres comunidades que se encuentran alrededor de estas áreas protegidas. No hay lugar en este esquema para considerar el cuidado, y qué desean esas mismas comunidades (en el video de la web ¡hasta parece que serán convertidas en barrios modernos con edificios y starbucks!). Una de las grandes críticas a las intervenciones territoriales para crear áreas protegidas a nivel mundial es, precisamente, el desplazamiento de las comunidades residentes para “vaciar” esos territorios, en esa búsqueda de la “resurrección” de la naturaleza en su faceta mítica: la naturaleza prístina e intocada, sin humanos que la alteren. Hay que tener mucho cuidado con esta idea ya que ningún desarrollo será posible si las comunidades mismas no tienen participación en la decisión sobre sus vidas, su territorio y entorno natural, sus modos de vida.
Por otro lado, también se señala la creación de empleo, que es necesario, sí… pero es así porque vivimos en un sistema donde quienes no tenemos la posibilidad de autosustentarnos nos vemos forzados a vender tiempo y fuerza de trabajo a otro/s para poder comprar comida, vivienda y abrigo (sobre todo nosotres habitantes urbanos que no tenemos huerta ni acceso a medios de producción de subsistencia, y que crecemos alienados de muchas de las capacidades para interactuar con otros entornos y realidades). No está de más pisar con cuidado en este escenario, ya que el “desarrollo de las comunidades” a veces implica que los habitantes originales pierdan sus modos de subsistencia y autonomía en favor de reconvertir esos territorios en grandes áreas protegidas, recibiendo a cambio la resignación de su autonomía para convertirse casi en empleados de ONG o de una institución estatal. Ojo, esto no quita que haya buenas experiencias y/o buenas intenciones. Pero bien o mal remunerados, con más o menos buenos indicadores de conservación, e incluso con nobles fines de parte de técnicos y empleados asignados, nada puede reemplazar la libertad individual y comunitaria, y el poder de decidir sobre nuestras vidas.
LA METÁFORA ANIMAL SIEMPRE FALLA
Por último, pero no menos importante, uno de los slogans expresa: “para defender nuestra economía, alguien que ponga huevos” (ilustrada por la imagen de un pingüino). Qué decir a esta altura… si por un lado son -literalmente- las aves hembras las que ponen huevos, no podemos dejar de resaltar que una afirmación del estilo carga con todo un simbolismo, especialmente del tipo barrabrava (lo cual por estos pagos ya implica que atraviesa casi todos los ámbitos sociales), pues refiere a los eggs masculinos, donde “el ponerlos” implica que se tiene fuerza, poder, valentía y todas esas ideas asociadas a la masculinidad tradicional. Y si nos ponemos un tanto suspicaces, hasta podríamos pensar que se estaría tomando cierta posición ante la posibilidad de que ¿nuevamente? una mujer pueda liderar un proceso político, ya que “si no tiene huevos, ¿cómo va a defender a nuestra economía, no?” Es por lo menos una frase tan ambigua como desafortunada.
En fin, no dudamos de los buenos y honrosos fines de esta campaña. Pero, como todo hecho político, es necesario recuperar la complejidad de lo que con números y dibujos se sintetiza. Diseñar políticas de biodiversidad que aumenten la superficie conservada -incluso manteniendo esta idea de que favorecerá los indicadores económicos- no puede desconocer la realidad territorial, atravesada por múltiples visiones de la naturaleza de quienes allí viven y trabajan, que expresan diferentes formas de uso de los bienes comunes, con necesidades propias y deseos de mejorar sus condiciones de vida. El gobierno actual se jacta de ser uno de los que “más hizo por el ambiente”, y de hecho la creación de parques nacionales aparece cada tanto como un eje central de ese discurso. Pero en el interín, también son las políticas de estado que promueven actividades extractivas (lo cual se traduce en que nuestro presidente rechace un amparo provincial que limita las fumigaciones con agrotóxicos en áreas pobladas, por caso) las que generan el mayor impacto en la biodiversidad. Protege áreas para sacrificar otras, y cada vez más. Esto sucede también “más allá de la grieta”, y resulta fundamental empezar a cuestionarlo.
Hay muchos más elementos en esta plataforma electoral para seguir pensando esta relación con el territorio y sobre todo, el tema de la responsabilidad sobre ese mismo estado calamitoso de lo ambiental que se pretende “salvar” (la imagen de un panda nos recuerda que es el “Hombre” -ese eterno culpable universal- el que somete a extinción a 150 especies por día). Reiteramos: celebramos que una institución reconocida visibilice a la práctica de la conservación como parte de la actividad política, y por ello mismo también nos otorgamos el derecho a sostener nuestra posición, entendiendo que ese “desarrollo” es incompatible con el sostenimiento de la vida en el planeta. Todas las acciones que emprendamos, todas las plataformas electorales y las propuestas de organización colectiva, deben estar “situadas”, como nos enseña Orlando Fals Borda. En un mundo en que casi todo resulta víctima del mercado, proteger (¿o producir?) a la Naturaleza poco tiene que ver con la economía hegemónica y el desarrollo en términos monetarios, sino más bien con respetar las formas de vida, humanas y no humanas, y sus vínculos más allá de las relaciones instrumentales de uso, aprovechamiento y ganancias, reconociendo que existen múltiples naturalezas para diversas sociedades. Dejamos a ustedes la plataforma e invitamos a pensar colectivamente formas distintas de conservar nuestra biodiversidad con justicia social y ambiental.