Un experimento realizado por científicos del Instituto de Neurociencia Holandés sometió a ratas a sufrir electroshocks dolorosos para comprobar qué tanto sus conespecíficas eran capaces de reaccionar y concluyó que la misma región del cerebro se activaba tanto en la rata que sufría la experiencia dolorosa, como en la que la observaba. Al desactivar ciertas neuronas, los animales dejaban de ser capaces de “registrar” el dolor de sus pares (o sea, no se verificaba actividad en esa región neuronal). Eligieron ratas porque el “área 24” de su arquitectura neuronal es similar a la de los humanos.
Hay científicos y experimentos que siguen aportando pruebas sobre la capacidad de empatía y sentimientos de los animales no humanos. Para nosotres, en tanto humanes, la ciencia nos proporciona el conocimiento sobre el mecanismo físico que permitiría reconocer el dolor ajeno y “sentirlo como propio”, pero… es posible sentir como siente une otre?
Según el estudio en cuestión, el córtex cingulado anterior (ACC) de las ratas responde igual tanto cuando experimentan dolor propio como al observar similares expresiones y síntomas de dolor ajeno en otra rata, aunque los mecanismos celulares permanecen poco entendidos en los humanos. Según estos estudios, los psicópatas, por ejemplo, no expresan el mismo nivel de actividad neuronal.
Eso desde el punto de vista puramente científico y mecánico. Mirado desde la simple – y no tanto – humanidad sensible, lo difícil es aceptar que la empatía (si la reducimos a la idea de “ponerse en el lugar de otre”) sea algo tan sencillo. ¿Es posible “situarse en el lugar de otre” para sentir lo que él o ella siente? ¿No estaríamos opacando la misma presencia de ese otre ser sensible “poniéndonos en su lugar” … y en todo caso, qué significa “ponerse en su lugar”? el cuerpo, la subjetividad, la racionalidad, ¿qué pondríamos y dónde?
El propio experimento nos enfrenta a la paradoja de humanes que buscan descifrar los mecanismos físicos de la empatía en animales vertebrados, torturando ratas… !!! ¿Ese gesto no nos dice ya bastante sobre la empatía como algo absoluto e universal? Por ejemplo en este caso, la situación vincular está mediada por la ciencia, el laboratorio y, por qué no, el “especismo”, que permite y legitima un trato cruel hacia un ser sensible sin mayores consecuencias para quienes lo realizan.
En este punto, resulta interesante cómo se cruza lo subjetivo individual con la forma en que socialmente fuimos formateados y puestos en roles sociales que aún estamos pensando y tratando de desarmar, tarea titánica y más que difícil. Por eso, recomendamos leer esta entrevista que aporta una reflexión sobre este tema, y también esta otra, ya que plantea una respuesta más que interesante por el uso de la terminología y la reflexión sobre los acuerdos “afectivos”, en tanto constructos sociales y no puramente individuales.
En esa línea, también Rita Segato entiende que la capacidad de empatía es una construcción social que atraviesa a los individuos, que se enseña y se aprende, por eso ella habla de la “pedagogía de la crueldad”, como lo opuesto: la forma en que el sistema capitalista neoliberal entrena y formatea a los individuos para no ser sensibles ante los demás.
“Por qué la pedagogía de la crueldad, por qué la gratuidad de la crueldad. Me parece que estamos en una fase del capitalismo al que le interesa tener sujetos no sensibles, sin empatía. Y esta etapa, donde el enriquecimiento y la acumulación se dan por despojo, donde el mercado es global; en esta abolición de lo local, que es la abolición de las relaciones interpersonales, de la propia empatía; es necesario entrenar a los sujetos para esa distancia, para esa crueldad, para la no identificación de la posición del otro y la no relacionalidad. Esa pedagogía de la crueldad es funcional a esta fase del capital.” dice Rita Segato
Tal vez aún sirva pensar la cuestión de la “empatía” en términos de sensibilidad y afectos, que atraviesan el cuerpo y varían todo el tiempo, que son subjetivos pero socialmente formados y articulados. No somos todes iguales, ni somos dueñes absolutos de lo que sentimos, pero podemos reconocer situaciones en que une otre está pasándola mal y ser sensibles a eso, sin pensar en igualar nuestros sentimientos y actitudes ni imponer la propia mirada y opinión. Los vínculos sociales se sostienen en acuerdos preestablecidos y socialmente construidos, que implican desigualdades y roles de género que los hacen funcionar de cierta manera y no de otra, que vale la pena revisar.
Y también habrá que aceptar, por más difícil que sea, que hay otres que por momentos – largos, cortos o perpetuos – son más sensibles a todo, otres que no lo son, otres que son torpes, otres que simplemente son imbéciles, y que nada es así todo el tiempo y para siempre y que no está mal pensar colectivamente para desarmar las formas que nos forman y construir otras, priorizando sensibilidades solidarias y cuidadosas para nosotres y les otres.
EPÍLOGO
En estos tiempos de efervescencia feminista y altas dosis de violencia (no sólo machista sino de todo tipo) la cuestión de la empatía cobra mayor protagonismo, sin embargo, no sin tensiones. La palabra misma está ya contaminada por ciertos usos cuestionados, donde se cuelan la intencionalidad, la moral, el bien y el mal. Por eso, creemos que la idea de “empatía” tendría sentido si la podemos pensar, no como “ponerse en el lugar del otre” sin más bien, sino como la posibilidad de estar sensible ante los sentimientos de une otre. Quizá si vale la pena seguir cuestionando la terminología, ampliando límites y provocando reflexiones. En esta línea, agregamos en este apartado una cita de la autora Suely Rolnik ya que hace eje en la dimensión corporal (no cognitiva si se quiere) para pensar qué pasa cuando dos afectos se encuentran…, se encuentran?
Política de las palabras: de la empatía a la transverberación
“De la misma manera que mientras el sujeto aprehende por medio de la percepción, nuestro cuerpo vivo aprehende por medio de los afectos, mientras que el sujeto se relaciona con lxs otrxs por medio de la comunicación, nuestro cuerpo vivo se relaciona con lxs otrxs por medio de algo cuyo nombre estoy buscando en este preciso momento para un texto nuevo[2]. Porque antes lo llamaba empatía, pero empatía no va. No va porque la publicidad lo usó mucho, la cosa new age y los libros de autoayuda también. A su vez, muchos militantes negros por ejemplo nos dicen “gracias, estamos hartxs de su empatía”; es que la empatía deniega la tensión. La palabra que creo que voy a poner, lo estoy trabajando en estos días, es transverberación. Transverberar alude a reverberar, traslucir, diseminar… Es un término que encontramos en Santa Teresa de Ávila. Voy a contar primero la descripción que ella hace de esa experiencia desde su idioma católico, después sacamos la Iglesia, Dios, etc., para transcribir su experiencia en nuestro idioma desde lo que esa experiencia aporta. Para Santa Teresa, existen seis etapas para volverse Santa, la sexta es la transverberación. Describe un sueño que tuvo: vino un ángel hacia ella y le traspasó el corazón. Sintió un dolor gigantesco en su cuerpo, su cuerpo quemaba pero decía todo el tiempo que ese dolor no era solo corporal, sino también espiritual. Y ahí, dice, habitaba totalmente el espíritu, es decir Dios en su idioma católico. Si traduzco esto en mi idioma lo que ella sentía habitar plenamente es el saber-del-cuerpo, nuestra condición de viviente, lo que podemos llamar “el espíritu”, si lo liberamos en nuestro idioma de su cafisheo por el poder colonial de la Iglesia, que ha sido fundamental e indisociable del poder de Europa sobre el resto del mundo así como del poder colonial del capitalismo globalizado, (ambos poderes van de la mano). Diríamos entonces que la ética de una vida consiste precisamente en habitar cada vez más nuestra condición de viviente. Desde esta perspectiva, la sexta etapa, en nuestro idioma, no es un devenir-santa, sino cumplir con el destino ético de una vida, honrándola; la vida es lo “sagrado”, si queremos preservar ese término. Honrar la vida es habitarla lo más plenamente posible. Esto es la transverberación. El “trans-” remite a trans-versalidad, pero también a trans-sexualidad, y por supuesto a trans-cendencia, cuando esa no es lo más allá del mundo, sino su inmanencia misma. También es una especie de “reverberación” pero de “espíritu” con “espíritu”, de lo viviente con lo viviente, y no una comunicación entre identidades o sistemas morales. Es una especie de resonancia intensiva, o resonancia entre afectos. En este caso el conocimiento no es el de la cognición, sino el del saber-del-cuerpo, de lo viviente, del saber-eco-etológico. A partir de esto podemos pensar la resistencia, en particular del movimiento de mujeres.”
Seguiremos pensando!
Fuentes:
“Emotional Mirror Neurons in the Rat’s Anterior Cingulate Cortex” Carrillo et al., 2019, Current Biology 29, 1–12 https://doi.org/10.1016/j.cub.2019.03.024
“¿Cómo hacernos un cuerpo?” Entrevista con Suely Rolnik // Marie Bardet publicada en Lobo Suelto
“Acostarse con un boludo no es violencia” Entrevista a Alejandra Kohan para revista Panamá
“Por una pedagogía del cuidado, el acuerdo y la responsabilidad afectiva” Por Magdalena López para Latfem
“En los medios existe una pedagogía de la crueldad” Entrevista a Rita Segato