Me dispongo a escribir en este domingo soleado donde los rayos de sol pegan en la ventana de mi balcón y se reflejan en los numerosos utensilios sin lavar que tengo sobre la mesa. A sabiendas de que cargo con la exigencia de que este texto sea bello, interesante y creativo y a sabiendas también de que no lo será. O será lo que pueda ser. Y con este punto de partida me permito habitar la improductividad y la incertidumbre que siento a diario y dejarlas plasmadas en forma de palabras.
En lo personal, esta cuarentena no significo encierro si no más trabajo y desplazamientos. Trenes, autos, oficinas, torres (sí, torres… y tengo una foto que lo prueba ja). Así se desarrolla mi cuarentena. Mi cuerpo a disposición del requerimiento laboral que se necesite en una semana que es una infinita sucesión de días sin diferencia entre los laborales y los no laborales. A esto se le suma los numerosos grupos de whatsapp al borde de la erupción: nombres sueltos y DNIs, memes, pedidos laborales, audios, noticias y gráficos a cada minuto y a cualquier hora.
Varias veces a la semana me encuentro pensando en la enorme responsabilidad que me toca asumir y haciéndome preguntas filosóficas y personales en un loop bastante agotador. Pero mentiría si digo que me la paso así. Si hay un espacio donde encuentro ciertas certezas, donde alivio momentáneamente la angustia y donde siento que se abren posibilidades más reconfortantes, ese es el espacio de mis afectos. Afectos que acompañan, sostienen, cuidan, comparten, hacen reír.
Cuando pienso en esa red transparente pero muy tangible que construí no solo me siento muy afortunada si no que entiendo (más bien siento) que mi apuesta política va por ese camino. Que otros escenarios más justos y deseables (al menos para mí) son posibles no necesariamente con más tecnología, mejores teorías o cálculos más sofisticados, si no con otras formas de sentir y vincularnos. Si hay algo que me enseñaron mis compañeras ecofeministas es que somos interdependientes y ecodependientes. Por mucho que pueda pesarnos, esta dependencia lejos de solo atarnos a les otres nos constituye y nos habilita a crear cosas nuevas: otras sensibilidades, otros lazos, otras formas de producción y relación con nuestro entorno, otro tipo de comunidades inter-especie.
No sé si vamos a volver a la “normalidad”, lo que si se es que yo no quiero volver ahí. Si no viene una sociedad más justa y habitable donde el eje este puesto en los cuidados, la reciprocidad, la cooperación y la complementariedad, entonces que no venga nada.